miércoles, septiembre 27, 2017

ENTONCES Y AHORA

 
                Finalizaban los años setenta, daba yo mis primeros tumbos por las salas de redacción de la mano de dos amigos perpetuos: Wilmer Suárez y José Luís Olivares. Al primero lo conocí en la sala del noviciado jesuíta, cuando quedaba entre Santa Ana y Coromoto, en la muy caraqueña parroquia La Pastora, donde también tuve mis primeros abrazos con el querido José Pulido.  Al segundo lo había conocido en los pasillos de la UCV, donde me lo presentaron Jorge Chirinos y Pedro Duno, otro par de afectos –y maestros– imborrables.
                Wilmer trabajaba en la corresponsalía del diario Crítica y "el negro" Olivares era redactor de El Mundo, ambos diarios propiedad de Miguel Ángel Capriles. Con uno salía de madrugada a sondear las avenidas caraqueñas a ver qué noticia podíamos sorprender para tratar luego de "vendérsela" al señor Galán en Últimas Noticias. Con el otro eran largas conversaciones en torno a la igualdad y la lucha por un mundo mejor.
                No logro evocar con precisión la fecha de un mitin convocado por el Movimiento al Socialismo (MAS) en El Nuevo Circo de Caracas, pero finalizaba la década. Tal vez lo habían convocado para rememorar el histórico acto que allí mismo habían hecho el 25 de mayo de 1971. Lo cierto es que al que asistí fue promovido de manera profusa. Recuerdo nítidamente el bombardeo de cuñas por Radio Rumbos y Radio Continente, y los incontables avisos colocados en El Nacional y Últimas Noticias.
                A ese acto fui en compañía de Olivares. Momentos antes de comenzar las intervenciones de los oradores del día, me dediqué junto con "el negro" a hacer una serie de cuentas, y con la ayuda de una tabla de tarifas que habíamos conseguido, vaya a saber Dios a cuenta de qué y cómo, de El Nacional y Ultimas Noticias, así como de los precios de las cuñas radiales.  Recuerdo nuestro pasmo cuando hicimos un cálculo al volapié.  ¡Casi dos millones de bolívares! Eran tiempos en que una gaseosa costaba 0,25, un kilo de harina P.A.N. un bolívar, diez panes otro bolívar y un kilo de caraotas menos de dos bolívares.
                En medio de nuestro estupor por las cifras llegó a nosotros un amigo al que no logro recordar con precisión, quien nos saludó entusiasta ante el éxito de la convocatoria. Nosotros que estábamos boquiabiertos ante el gasto monumental hecho sólo en promoción nos quedamos mudos. El que nos había zarandeado con su euforia se nos quedó viendo de manera alterna y dijo: ¿Ahora qué carajo van a cuestionar? ¡Quieren ser más puros que Marx!    
                Solo le respondí: ¿Te puedes imaginar cuántas cooperativas de servicios se han podido hacer por todo el país y barrios de Caracas con el dineral que se ha gastado para que vengan ocho mil personas? ¿Eso es una victoria? Con la barriga vacía no hay ideología que valga.
                Vuelvo a pensarlo ahora cuando veo el despilfarro de recursos convocando a unas elecciones por unos cargos de dudosa eficacia.
             
© Alfredo Cedeño

jueves, septiembre 21, 2017

LOS CULTOS CRIOLLOS




                Hay en el ambiente "culto" venezolano -ese ecosistema de academia, intelectualidad y miradas sobre el hombro a los que somos simples ciudadanos- una variedad de invalidez que no deja de asombrar. ¿Qué virus, o bacteria,  se ha adueñado de manera irreversible de sus dotes analíticas y racionales? ¿O tal vez no es más que una demostración de arrogancia que les impide reconocer su visión fallida?
                Hay una cierta hermenéutica nacida en la utopía izquierdista, siempre perdida en sus laberintos existenciales, en los cuales ha introducido por lo visto de manera irremediable a la academia y a la barbarie, a tirios y troyanos, a rojos y mudecos, a los hunos y a los romanos.  Lo mismo veo sorbemocos y fariseos, desmelenados en su fanatismo fervoroso cual doñas alebrestadas por Menudo, que a honorables sabihondos de toga y birrete tragando con fruición ruedas de molino.
                Una horda de seres, de todo pelaje y plumaje, marchan al son de la flauta que soplan Borges y Ramos. ¡Ay de quienes osemos manifestar alguna opinión contraria! Su respuesta es la típica de aquellos "sobacos ilustrados" –siempre portaban un libro bajo el brazo y nunca veías que lo ojearan siquiera– que en los setenta llenaban los pasillos de las universidades venezolanas, cuando a alguien se le ocurría asomar alguna crítica a la revolución cubana. El más barato de los epítetos era –y es– colaboracionista…
                En estos días lamento la distancia geográfica que me impide sentarme a oír a un querido amigo de entonces. Tal vez insistiría en soñar. Lo recuerdo ahora a las puertas del Colegio Nacional de Periodistas convenciéndome de la necesidad de apoyar la candidatura de CAP en 1988. "Compañerito, con el gocho van a venir cambios trascendentales, no se deje llevar por el mero aparentar, hay un montón de gente, ¡no te imaginas!, que van a acompañarlo en su gestión". Al primero que me mencionó fue a "Cáscara", nombre con el que conocíamos en mentideros universitarios a Fernando Martínez Mottola. Doce años más tarde  lo recuerdo mientras caminábamos por la plaza Brión de Chacaíto tratando inútilmente de convencerme de la "impostergable necesidad" de darle apoyo a Chávez. 
                Esa misma descolocación es la que me tocó vivir en julio del 2007. Aquella vez un poeta y profesor del núcleo Trujillo de la ULA, con su característico ceceo, disertaba frente a un grupo de sus colegas, así como una docente de la Universidad Nacional Autónoma de México. La invitada habló de algunas cosas que veía poco claras en el "proceso" de Chávez. El ilustre pontificó, sin siquiera parpadear, que todas las señales que desde diferentes partes se daban contra los disparates del comandante eterno eran producto de una "guerra mediática". Por supuesto que no me callé. Como tampoco me voy a callar ahora ante los desbarres de una dirigencia patuleca que se empeña en entregarnos al enemigo, y exige que lo celebremos.

© Alfredo Cedeño

jueves, septiembre 14, 2017

OPCIONES Y OPINIONES


      Cada vez que nos enfrentamos a una decisión llegamos a una noche de cielo que revienta de estrellas. En primer momento nos deslumbramos con las más luminosas,  pero en la medida que acostumbramos la mirada lo vemos saturarse de menudos puntos de luz. Cuanto más cerrada es la noche, mayor es la cantidad de estrellas que podemos ver.
        En otros artículos he hecho referencia a la oscurana que vivimos los venezolanos, una noche preñada de pesadillas que aparenta no tener fin.  Pese a ello, o quizás precisamente por tal razón, hay una miríada de opciones que se nos presentan con mayor  o menor brillo, con más o menos permanencia. Y se nos multiplican las opciones.
      Un rasgo, que bien puede ser tildado de arquetipal, en los amos y señores de nuestras pesadillas es la pretensión de hacernos ver,  pensar y sentir según lo que para ellos es el culmen de todos los dogmas. Lo peor es que pretenden,  y lo hacen sin el menor titubeo,  arrojar a desiertos,  destierro y calabozos a quienes no comulgan con sus monsergas desabridas.
       De los "ideólogos" del esperpento rojo ese actuar no es de extrañar,  debiera asombrar si fuera de manera contraria.  Mientras tanto, y como quien no quiere la cosa, del lado acá del escenario vemos cada vez crecer más y más,  como la verdolaga, émulos de ellos. De todo hay,  desde cagatintas faramalleros que a duras penas hilvanan sujeto,  verbo y predicado; hasta "catedráticos" de pomposa actitud que tratan de deslucir a quienes señalan los oropeles que deslumbran en el mar de opciones que tenemos para salir de este marasmo.
       Las estrellas están ahí,  aunque su luz no se vea a simple vista no significa que no existen. Sólo quien aprende a verlas y entenderlas logra encontrar el camino en medio de la espesa noche.  Allá aquellos que se empeñan en seguir  las luces de faroles fatuos.


© Alfredo Cedeño

miércoles, septiembre 06, 2017

AULAS, BIRRAS Y TABLAS


                En un viaje a esa metáfora geográfica de Venezuela que es Araya, aparente inmensidad desértica preñada de bellezas que solo sabe ver y encontrar quien la conoce, Jesús Rosas Marcano, el imborrable Chuchú, me soltó así, como quien no quería, como le gustaba a él transmitir ese océano de saberes que había construido en su corazón: "Mire mijo, sin el bolero los latinoamericanos, el mundo por extensión, y los venezolanos por excelencia, seríamos la vaina más aburrida del mundo, hubiéramos sido la sopa más desabrida del Universo, algo así como suizos o norcoreanos, ¡la vida sin despecho y sin enamoramientos es un caserío despoblado!"
                En estos días de tantos desencuentros que arropan a Venezuela, no dejo de preguntarme cómo hubiera comparado él este aparente erial en el que parecen haber convertido a Venezuela. A veces pienso en "Nosotros", del cubano Pedro Junco, compuesta, según los fabuladores y algunos historiadores musicales,  a su novia de quien debía alejarse por estar tísico, eufemismo usado entonces para denominar a los tuberculosos:
"Nosotros,
que nos queremos tanto,
debemos separarnos
no me preguntes más...
No es falta de cariño
te quiero con el alma,
te juro que te adoro,…"
                Otras pienso en "Ella", que cantaba Domingo Casanova Heredia, a quien muchos creían su autor, hasta que se supo que era un poema del dominicano Osvaldo Bazil.
"Ella la que hubiera amado tanto,
la que hechizó de música mi alma,
me pide con ternura que la olvide,
que la olvide sin odios y sin llantos”.
                La lista de posible combinaciones es infinita, más larga que la lista de aspirantes a los cargos de la piñata convocada por el señor del bigote que baila, al que se ruega no confundir con Bienvenido Granda "El Bigote que canta", a quien recuerdo ahora cantando "La Ola Marina". ¿Quién le iba a decir al sonero nacido en La Habana que sería pitoniso de nuestros tiempos? Basta oírle  con La Sonora Matancera en 1945. Allí el coro, cual reminiscencia de los antiguos coros griegos, entonaban:
"Vamo  a ver la Ola Marina,
nadie sabe la vuelta que da",
y luego la muy característica voz de Granda entraba a precisar:
"Tengo un motor que camina pa' lante,
tengo un motor que camina pa'tras".
                Los malabarismos, o jugarretas, de la memoria me llevan a las mesas de cualquiera de los cuchitriles donde oíamos boleros en los alrededores de la amada Universidad Central de Venezuela. Eso me traslada a una de las tantas piezas teatrales que en cualquier rincón del Alma Mater se mostraban. Edipo rey llega artero, y ahora oigo al ciego Tiresias anunciándole al parricida incestuoso: "Afirmo que tú has estado conviviendo muy vergonzosamente, sin advertirlo, con los que te son más queridos y que no te das cuenta en qué punto de desgracia estás."

© Alfredo Cedeño
 

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