miércoles, noviembre 02, 2011

LAS LLORAS DE MOROTURO


Justo al norte de Barquisimeto, 55 kilómetros en línea recta, casi a 25 del borde sur del estado Falcón, está Moroturo, nombre de clara resonancia indígena que denota su origen Ayamán, grupo que habitaba originalmente todas esas montañas.

Los Ayamán estaban profundamente vinculados a la naturaleza, gracias a la cual cubrían sus necesidades básicas de alimentación; cuyo segmento proteíco era suministrado por la caza de venados, dantas y muchos otros animales, así como la pesca en ríos y riachuelos.

Tierras de fertilidad proverbial convirtieron la zona en una especie de gran conuco; allí concurrían a ejecutar labores de siembra y labranza grupos de esta etnia desde diferentes puntos de su territorio ancestral. Una vez llevadas a cabo las cosechas realizaban diversos rituales de agradecimiento a la naturaleza por los frutos obtenidos. Uno de ellos todavía permanece: Las Turas, que en Mapararí, estado Falcón, mantiene gran resonancia.

Allí hubo, según escribió un cronista -cuyo nombre no puedo citar de memoria en este momento- a fines del siglo XVIII, cedros tan robustos que cabían 6 hacheros trabajando en el árbol sin estorbarse uno al otro.

Moroturo fue afamado por su producción de cacao y madera, que eran transportados por el Río Tocuyo abajo en lanchones, y luego en barcos para ser embarcados a España. Más de una vez estos navíos fueron interceptados por los corsarios holandeses en la salida al mar de El Tocuyo de la Costa. En aquellos tiempos el cacao y la madera, que se usaba para construir los barcos, eran botines muy preciados.

Por esos territorios pasó la historia de largo, pese a que por allí transitaron no pocos protagonistas de ella. Pero, eso, como es común decir en oportunidades como esta, es harina de otro costal. Pese a la retahíla de vicisitudes que han abundado en Moroturo, y que aún son recurrentes allí, en su cementerio ayer primero de noviembre y hoy Día de los Muertos, se reunieron sus habitantes para celebrar a sus difuntos. Escribo de la tradición conocida como Las Lloras de Moroturo.

Dos días consecutivos en los que ellos acuden a rezar, cantar, limpiar y adornar sus tumbas. Sus gestos y actos ente los humildes túmulos me hacían repicar en la memoria la letra de la canción Los Entierros del compositor boricua Catalino Curet Alonso, El Tite Curet:

Mi gente pobre siempre vuelve al campo santo
sembrando una flor de llanto con amor y voluntad
las amapolas del cariño verdadero
son el mayor homenaje de mi gente de arrabal.


© Alfredo Cedeño

















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